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Empleo formal, la puerta hacia la seguridad social
Columna de Elisa Cabezón
La sociedad chilena demanda más y mejores derechos sociales en pensión y salud, mejores servicios públicos, y una mayor protección y seguridad ante los vaivenes de la economía. Existe un mecanismo que nos ayuda a acercarnos a estas aspiraciones, pero del que se habla poco en el debate público: el empleo formal.
¿Qué es el empleo formal y cuál es su diferencia con el informal? En lo fundamental, se trata de tener un contrato laboral firmado con un empleador y cotizar todos los meses una parte del sueldo acordado para cuatro beneficios asociados a la seguridad social: ahorro previsional, seguro de salud, seguro de cesantía, y seguro de invalidez y sobrevivencia. El empleo formal además implica trabajar en negocios o empresas registrados en el Sistema de Impuestos Internos (SII). De esta forma, la formalidad laboral nos ayuda a cumplir las demandas sociales antes descritas, pues fortalece el acceso de los trabajadores a los beneficios de una futura pensión, un seguro de salud en caso de enfermedad, y prestaciones en caso de desempleo o invalidez. Junto a ello, la formalización de las empresas amplía la base tributaria para financiar los pilares solidarios de la seguridad social.
Se suele hablar hasta el cansancio de la brecha que tiene Chile respecto a los países desarrollados en el acceso a la seguridad social… pero ¿cómo está la brecha en formalidad laboral? No muy bien. El porcentaje de chilenos en edad de trabajar (mayores de 14 años) que tiene empleo formal es un 37%. En los países desarrollados de Europa este porcentaje es un 51% en promedio [1]. ¡Es una brecha de 14 puntos porcentuales!
Lo anterior permite concluir que la puerta a mejor seguridad social es el empleo formal. Si aspiramos a tener los mismos derechos sociales que aquellos países cuyas prestaciones sociales admiramos, debemos reducir esta brecha de formalidad.
La brecha de formalidad que mantenemos respecto a los países desarrollados es aún más preocupante si consideramos que nuestro nivel de formalidad es constante desde 2013: en los últimos nueve años (exceptuando los meses de pandemia), el porcentaje de chileno/as mayores de 14 años con empleo formal se ha mantenido fijo en un 36-37%.
¿Qué políticas públicas podrán ayudar a romper esta tendencia? ¿Cómo enfrentamos este desafío? Comparto a continuación cuatro alertas asociadas a esta realidad con evidencia tomada de la literatura económica:
(i) El incremento de la cobertura de la formalidad va de la mano con el crecimiento de la economía [GOLLIN 2008; LA PORTA y SHLEIFER 2014; McCAIG y PAVCNIK 2015]. Esta conclusión calza con la experiencia chilena: la formalidad laboral creció al mismo ritmo que el PIB per-cápita desde 2004 hasta el año 2013. Desde ese año el PIB pc está estancado junto al porcentaje de la población que se emplea formalmente [2]. ¿Qué políticas públicas estamos impulsando como país para reactivar el crecimiento económico? Nuestro crecimiento está muy ligado a su apertura comercial con el resto del mundo, y es preocupante que en el actual gobierno se esté atrasando y poniendo en duda la firma de tratados de libre comercio (como el TPP-11).
(ii) La principal fuente de formalidad es el crecimiento de las empresas. En el actual debate tributario corresponde, entonces, hacernos las siguientes preguntas: ¿ayuda la actual propuesta de reforma tributaria a la formalización de las pymes? Luego, ¿incentiva ésta a que las pymes crezcan y dejen de ser pymes? ¿O castiga el crecimiento de éstas cargándole más impuestos?
(iii) En la futura reforma de pensiones se busca incrementar la tasa de cotización, lo que encarece y desincentiva el empleo formal. El gran desafío será minimizar este efecto al aumentar la tasa. Un estudio de nuestro Banco Central (2017) encuentra que el efecto negativo sobre el empleo formal es mayor si la cotización extra se dirige a reparto o a ahorro colectivo no condicional, que a ahorro individual.
(iv) La maternidad es una gran barrera para la formalidad laboral de las mujeres. Berniell et al. 2021, a través de la Encuesta de Protección Social, estiman que el nacimiento del primer hijo aumenta la informalidad de las mujeres en Chile, impacto que es mayor en mujeres de menor educación. ¿Qué diseño de políticas puede reducir esta barrera? ¿Cómo impulsamos una cultura de corresponsabilidad dentro de los hogares y empresas, para que la crianza sea una responsabilidad compartida y no caiga sólo sobre las mujeres? Se ha hablado de mejorar la flexibilidad horaria laboral, aprobar la Ley de Sala Cuna Universal (varios años estancada en el Congreso) o mejorar la licencia de paternidad.
Hace casi tres años tuvimos un estallido social que puso patas arriba el debate político, colocando en el centro la demanda por mejorar la seguridad social. Pongamos, ahora, la pelota en el piso. Si bajo cualquier modelo social-económico la puerta hacia la anhelada seguridad social es el empleo formal, en el mismo debate debemos preguntarnos qué diseños de políticas públicas nos permitirán ampliar el marco de esa puerta.
NOTAS Y REFERENCIAS
[1] Elaboración propia sobre la base de datos del INE, Superintendencia de Pensiones de Chile y la Organización Internacional del Trabajo, del año 2019 para todos los países.
[2] Datos: Banco Central de Chile, INE y Superintendencia de Pensiones de Chile.