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El ambientalismo contra la descarbonización

Como humanidad debemos buscar las opciones menos dañinas, porque a la larga el camino del rechazo a todo proyecto de gran escala perjudicará mucho más los mismos ecosistemas que sus detractores buscan proteger. Transformar al mundo en un gran parque nacional nos llevaría directo al despeñadero.

Por: Joaquín Barañao

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El ambientalismo contra la descarbonización

El proyecto HNH Energy planea invertir la friolera de US$ 11 mil millones para producir amoniaco verde en Magallanes. Es, con distancia, la iniciativa más cuantiosa jamás ingresada a evaluación ambiental. En respuesta, un grupo de 33 ONGs, en su mayoría ambientalistas, publicó casi de inmediato una declaración pública deplorando el proyecto. Califican de “fuera de escala” para la zona los 194 aerogeneradores y obras anexas (ductos, líneas de transmisión, puerto, etcétera). Fustigan además “preocupantes vacíos y deficiencias” en el Estudio de Impacto Ambiental, aunque sin detallar cuáles.

Urge entonces la pregunta: ¿qué estrategia sí les parecería admisible para enfrentar el cambio climático? Reprochan la escala, en circunstancias que la reducción de emisiones asociada es apenas una gota en el océano, en comparación con la magnitud del desafío global. Para evitar impactos climáticos de nivel catastrófico las emisiones deben reducirse casi a la mitad para 2030 y, en última instancia, alcanzar cero neto hacia 2060. Salvo un milagro tecnológico, no hay cómo lograrlo sin miles de iniciativas de este tipo.

Si Magallanes no fuera un lugar apto para recibir una de ellas, pese a su baja densidad poblacional y condiciones eólicas casi insuperables en el mundo entero, ¿qué lugar sí lo sería? Para aportar lo mismo a la reducción global, el objetivo ambiental más acuciante hoy por hoy, ¿apoyarían 194 proyectos de un aerogenerador cada uno?, ¿o 19 proyectos de 10 aerogeneradores?

El impacto ambiental total sería bastante mayor por la ostensible pérdida de eficiencias de escala: al separar los aerogeneradores en un espacio más amplio se requerirían más kilómetros de ductos, caminos y líneas de trasmisión, y los kilómetros totales de transporte de amoniaco hasta el puerto o los puertos sería muchísimo mayor que en un proyecto concentrado.

Se trata, por lo demás, de un proyecto perfectamente abordable para una región del tamaño de Magallanes. La superficie predial total es de 172 km2 en una región de 132.291. De esos 172, la inmensa mayoría es espacio no intervenido entre los pilares de los aerogeneradores, donde la flora se mantiene intacta, y guanacos y zorros podrán seguir haciendo su vida. La superficie propiamente utilizada para obras de distinto tipo es de tan solo 16,4 km2; es decir, el 0,012% de la superficie regional.

Si HNH Energy apuntara solo a la producción de electricidad, los más comprometidos con el medio ambiente podrían cuestionar cuán imprescindible es esa energía adicional; si acaso no podríamos simplemente reducir nuestro consumo sobre la base de eficiencia y sacrificio de confort. Pero esta iniciativa elaborará amoniaco, imprescindible para producir alimentos. La humanidad simplemente no podría sobrevivir sin los casi 200 millones de toneladas de amoniaco que se fabrican anualmente, en su inmensa mayoría mediante combustibles fósiles altamente contaminantes.

¿Es el impacto ambiental nulo? Por supuesto que no. Hay que evaluar con cuidado la incidencia sobre la fauna, así como el impacto en el paisaje, y evidentemente la utilización de 16,4 km2 es mayor que cero. Pero no hay manera de reducir las emisiones globales a la mitad al 2030 con impacto adicional nulo. Es simplemente imposible.

Como humanidad debemos buscar las opciones menos dañinas, porque a la larga el camino del rechazo a todo proyecto de gran escala perjudicará mucho más los mismos ecosistemas que sus detractores buscan proteger. Transformar al mundo en un gran parque nacional nos llevaría directo al despeñadero. No queda otra que compatibilizar conservación con iniciativas afines a las metas de descarbonización. Por supuesto, esto no quiere decir que ese tipo de proyectos deban gozar de carta blanca. Si las cosas se hacen mal debe rechazarse. Lo que resulta contraproducente es oponerse a toda iniciativa mayor.

Los firmantes añaden que el SEA de Magallanes no cuenta con recursos humanos para enfrentar algo de esta envergadura. Si tal es el caso, ¿a quién se le puede pasar por la cabeza que la respuesta adecuada sería bajar el proyecto en vez de reforzar el SEA o, bien, centralizar excepcionalmente su proceso de evaluación? ¿Se imagina en el futuro, ya con medio Bangladesh bajo el agua, explicarles a sus nietos que no quisimos ajustar un servicio público para evaluar el proyecto que más emisiones iba a abatir en toda la historia de Chile? “¡Dónde estaban tus prioridades medioambientales!”, te diría.

La lucha contra el cambio climático es el mayor desafío de la humanidad, y soluciones completamente indoloras no hay. La pregunta relevante no es si HNH Energy genera impactos –por supuesto que los genera– sino si estos son mayores o menores que las alternativas disponibles, y si la conservación a ultranza como máxima es compatible con los desafíos planetarios.

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