EL DÍNAMO
En vez del inmovilismo
Lo normal es el cansancio. 1.493 días después de que un acuerdo de madrugada abriera el 15 de noviembre de 2019 el proceso constitucional chileno, el plebiscito del 17 de diciembre cierra esta página con un resultado particular. Dos rechazos, a dos proyectos conducidos por distintos grupos políticos, han provocado que después de toda la tinta, los debates y el pensamiento gastado, la Constitución que nos ordena sea la misma que cuando esta etapa comenzó.
¿Cómo seguir ahora? La tendencia natural será a que se congele el debate. A tratar de navegar las aguas de la política con parsimonia, mirando -oficialismo y oposición- el reloj que con la cuenta atrás marca un nuevo ciclo electoral: alcaldes y gobernadores en 2024, Congreso y presidenciales en 2025. Pero los tiempos de la política no son los tiempos de los ciudadanos, y el riesgo de perder dos años más sin hacer cambios estructurales en temas que son vitales para el desarrollo de Chile es muy alto.
Hay urgencias evidentes donde se requiere este esfuerzo: la delincuencia y la salud, por de pronto, aparecen como asuntos a abordar de forma inmediata. Pero levantando la mirada sólo un poco, en el horizonte asoma una serie de cuatro crisis estructurales que vienen azotando a nuestro país al menos durante la última década, y que, de no abordarse en la administración actual, significarán un lastre no sólo para los futuros gobiernos, sino para el futuro que más importa: el de los chilenos.
En el diagnóstico parece existir acuerdo en que hay una crisis del crecimiento, que deriva en estancamiento y problemas para atraer inversión; una crisis del empleo, que impacta de manera central en la creación de trabajo formal de calidad; una crisis del Estado, con un empleo público sobrepasado, administraciones capturadas por los denominados “funcionarios de confianza” y un sistema político ineficaz; y, por último, la crisis educativa, donde después de la pandemia ha quedado una relativización del valor de la escuela como un espacio de formación.
Es, entonces, la hora de pasar a las soluciones. En Pivotes, creemos que es clave incentivar el desarrollo de industrias basadas en nuestras riquezas naturales, reactivar el empleo formal, emprender una reforma del Estado y cerrar las brechas de aprendizaje en educación. Se requieren para ello medidas concretas: reformas a los sistemas de evaluación de impacto ambiental y los permisos sectoriales, una modificación al sistema de pensiones que apunte a combatir la informalidad, un nuevo régimen de empleo público pensado desde la meritocracia y una garantía de que los colegios no enfrentarán pérdidas de clases por paros o decisiones de suspensión por parte de las autoridades de turno, entre otras.
Pero lo más relevante es que en este nuevo ciclo que comienza después del plebiscito no caigamos en los brazos del inmovilismo. Más allá de la Constitución, la ciudadanía espera soluciones que permitan volver al estrecho pasillo que nos conduce al desarrollo. Es un reenfoque indispensable para marcar las prioridades de lo que vendrá tras el cierre del proceso constitucional.