Ex-Ante

Gasto fiscal:

¿Fatigando a la vaca que nos da leche?

Desde 2008, el Estado de Chile gasta sobre sus ingresos, lo que ha llevado a aplicar importantes alzas en el impuesto corporativo y un deterioro de la actividad privada en nuestro país. Este mayor gasto estatal no se reflejó en mejor calidad del servicio público.

Por: Elisa Cabezón

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En plena discusión en el Congreso de la ley de Presupuestos 2025, lo que más se escucha en el debate son las exigencias de diputados y senadores que buscan incrementar el gasto fiscal para distintos fines. Sí, las necesidades del país son infinitas, pero los recursos son escasos.

Si queremos financiar mayores gastos, debemos fortalecer la fuente de ingresos del Fisco. Lógico. ¿Y cuál es la fuente de estos ingresos? El sector privado. El problema es que este sector ha estado estancado hace once años.

¿Por qué el sector privado no logra expandirse en nuestro país? Es la pregunta de la década. Voy a aventurar una tesis que en la academia se conocen como “el efecto recesivo de la expansión fiscal”. Según esta tesis, cuando un Estado gasta por encima de sus capacidades de financiamiento, puede perjudicar la actividad de empresas y emprendimientos en el sector privado.

El efecto se explica principalmente por dos mecanismos. Primero, cuando un país acumula deuda, se genera entre los agentes la expectativa de que el Estado, tarde o temprano, tendrá que obtener recursos adicionales de los actores privados a través de mayores impuestos. Esto impacta negativamente las expectativas y confianzas de empresas e inversionistas.  Segundo, al hacerse efectivo los mayores impuestos y gasto estatal, la actividad del gobierno quita recursos y espacio a las iniciativas privadas en la economía nacional. Los datos señalan que esto podría haber pasado en Chile.

Desde el 2008 que el Estado de Chile gasta más de lo que recauda y la deuda bruta del Gobierno Central se ha ido acumulando: el 2007 equivalía un 3,9% del PIB y hoy alcanza el 41,6% del PIB.

El mayor gasto público vino acompañado de un aumento de la tasa de impuesto que pagan las empresas chilenas, que subió desde un 17% en el 2009 hasta llegar a 27%. Mientras esto ocurría en Chile, en los países de la OECD los impuestos corporativos iban a la baja. Perdimos competitividad para atraer inversión. En el 2009 éramos el 35° país de la OECD con la mayor tasa de impuesto corporativo, y hoy somos el 10° país con la mayor tasa.

Junto con la continua alza de impuestos, el Índice Mensual de Confianza Empresarial, que mide las expectativas que tienen las empresas en Chile respecto a su situación actual y futura, comenzó a deteriorarse hace 11 años. Entre el 2003 y a mediados del 2013, el nivel de confianza fue optimista el 89% de los meses, mientras que desde el 2013 hasta el presente el optimismo fue sólo el 31% de los meses.

¿Qué ocurrió con la actividad privada mientras aumentó la deuda pública y los impuestos? El sistemático aumento del impuesto corporativo, junto con el ambiente empresarial de mayor pesimismo, se reflejó en un estancamiento del sector privado, tanto en inversión como en empleo, a partir del año 2013.

La actividad privada es la vaca que entrega leche al sector público, y al parecer, mientras más la ordeña el Estado, menos leche es capaz de dar. Estamos fatigando a la vaca que nos da de comer. ¿Qué hacemos entonces? Lo prioritario es evaluar si hay espacio para que nuestro gasto público sea más eficiente. Y la evidencia señala que sí, y mucho.

Existe un indicador de el Banco Mundial llamado “Efectividad del gobierno”, que mide la percepción de la calidad del servicio público e implementación de políticas públicas de los países, a través de encuestas a ciudadanos, empresas y expertos. Chile muestra señales de deterioro en este indicador en los últimos 11 años. De hecho, nuestro ranking mundial en este índice empeoró: pasamos del percentil 84 en el año 2012, al percentil 69 en el año 2022.

Debemos mejorar la calidad del gasto público y ser más exigentes en qué gastamos. Para este objetivo, podemos avanzar hacia un nuevo estatuto de empleo público encargado de la designación, contratación, promoción y cese de funciones para los funcionarios de la Administración del Estado en función al desempeño y mérito.

También podemos avanzar hacia una Agencia de Calidad de Políticas Públicas, encargada de coordinar entre las distintas agencias del Estado la evaluación ex ante y ex post de los impactos regulatorios de las políticas de Chile. Estas propuestas, que impulsamos desde Pivotes, permitirían una mejor racionalización en la elaboración de las políticas del país y un mejor uso de los recursos públicos.

Desde el 2008 el Estado de Chile gasta sobre sus ingresos, lo que ha llevado a aplicar importantes alzas en el impuesto corporativo y un deterioro de la actividad privada en nuestro país. Este mayor gasto estatal no se reflejó en mejor calidad del servicio público. Podemos terminar con esta inercia y exigir no aumentar la cantidad, sino que aumentar la calidad del gasto fiscal.

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