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Nosotros también

podríamos negociar con Trump

Hay alto potencial en las arcillas costeras desde el Maule hasta La Araucanía. Por eso desde 2016 existe un proyecto en Penco. Pero, adivine: los permisos han probado ser un hueso demasiado duro de roer.

Por: Joaquín Barañao

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Tierras raras

Craso, par de Julio César en un breve triunvirato, devino en el hombre más rico de Roma comprando propiedades ardientes a precio de saldo. Si el dueño aceptaba sus draconianas condiciones, Craso enviaba a sus bomberos-esclavos a extinguir el incendio. Si no, que acabara en cenizas. Para quien es indiferente a consideraciones éticas, una contraparte apremiada augura condiciones ventajosas.

Trump, un negociador despiadado, lo entiende y lo aplica. Ante la desesperación ucraniana ofreció un trato: Ucrania aportaría el 50% de los ingresos procedentes de recursos minerales para crear un fondo que invertirá “en la promoción de la seguridad y la prosperidad de Ucrania”. Estados Unidos poseería tanta propiedad del fondo como permita su legislación y a cambio “mantendría un compromiso financiero a largo plazo con el desarrollo de una Ucrania estable y económicamente próspera”.

¿Y cuáles son esos minerales tan atractivos? Grafito, titanio, litio y, lo que más ruido ha hecho, tierras raras. Esto es, un conjunto de 17 elementos que mucha gente no ha oído ni en pelea de perros (¿gadolinio, por amor de Dios?, ¿disprosio?), necesarios para varios tipos de motores eléctricos y turbinas.

Si bien no son tan escasos como su nombre sugiere (los metales preciosos como el oro o el platino lo son más), su explotación se encuentra inmensamente concentrada en China y, en menor grado, Myanmar, no precisamente democracias ejemplares y confiables a futuro. Por eso es que 4 de los 14 elementos que la autoridad energética estadounidense cataloga como críticos son tierras raras.

¡Si tan solo tuviéramos esta palanca geopolítica en Chile! Una opción para ganar poder de negociación en el concierto mundial, generar valor, diversificar la canasta exportadora y aportar a la transición energética.

Bueno, eso es justamente lo que tenemos. Hay alto potencial en las arcillas costeras desde el Maule hasta La Araucanía. Por eso desde 2016 existe un proyecto en Penco. Pero, adivine: los permisos han probado ser un hueso demasiado duro de roer.

Son ya seis las tramitaciones en el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (tres declaraciones y tres estudios). La quinta sufrió un término anticipado por áreas de bosque nativo no declaradas con especímenes categorizados como “en amenaza”, como los ya famosos seis naranjillos que se pidió resguardar.

¿Es el término anticipado la manera más lúcida de proteger especies en amenaza?

Es por este tipo de casos que en Pivotes proponemos un rediseño profundo a la evaluación ambiental, que incluya una etapa temprana destinada a zanjar temas de fondo. De partida, si acaso la iniciativa es compatible con la vocación territorial. Si se rechaza, se rechaza. Y si se aprueba, pues, la tramitación debe seguir un diseño lo suficientemente inteligente como para mitigar y compensar los impactos ambientales sin vuelta a fojas cero ni años de judicialización.

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