El Mostrador

Nubes negras en el horizonte del litio

Por: José Antonio Merino

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Aunque ya se ha escrito mucho sobre la estrategia del litio, aporto algunos antecedentes adicionales.

Comienzo recordando que el carácter de “estratégico” del litiose debe a un error de diagnóstico y no a otra cosa. Cuando se escribió el Código Minero en los 80, se pensaba que el litiojugaría un rol importante en las armas nucleares y por eso se prohibió su libre extracción. Transcurridas varias décadas, ya sabemos que no supone una amenaza a la seguridad.

De no ser por este error, el litio gozaría del mismo estatus del que goza el resto de la minería, tanto en Chile como en el resto del mundo desarrollado. Si no fuera por esta anomalía, no sería difícil imaginar una industria local tan boyante como en Australia o en Argentina, entre otros, donde el litio es tratado como cualquier otro mineral, avanzan múltiples proyectos y cada año se invierten miles de millones.

Habiéndose identificado el error, la lógica indica que se enmendaría para llevar el estado del arte a una condición similar a si el error nunca hubiera existido.

Pero no. El Gobierno prefirió reinventar una rueda que funciona perfectamente bien en el resto del mundo minero, y que en Chile ha permitido el desarrollo sostenido de la industria del cobre, que tantos beneficios ha entregado.

En ningún país occidental el Estado goza de tanta injerencia en el desarrollo de una industria minera como la que propone la Estrategia Nacional del Litio.

Y más allá de la crítica general al modelo estatal, se vislumbran problemas específicos.

En primer lugar, no incentiva la inversión sostenida en proyectos a través de los distintos ciclos de precio. Es cierto que empresas han anunciado interés, pero son principalmente fabricantes de baterías o autos eléctricos, desesperados por asegurar suministro de litio ante la estrechez global de oferta. En algún momento la estrechez pasará y estas empresas perderán interés en minería, y más aún en exploraciones en etapas tempranas. Los actores que suelen invertir en exploración (las famosas juniors), responsables del portafolio de proyectos de litio en países competidores que hoy se desarrollan, tampoco lo harán si a cambio del riesgo de inversión solo postularán a una posible asociación minoritaria con el Estado de Chile. Privilegiarán invertir en jurisdicciones más amigables, donde el retorno de su inversión será significativamente mayor.

La estrategia tampoco aborda el embrollo jurídico que supone el traslape de derechos a explotar litio sobre concesiones mineras preexistentes. También ha sido un freno al desarrollo local, y hasta ahora no se han visto esfuerzos por resolver este riesgo adicional de judicialización.

Se pueden enumerar varios otros problemas de la estrategia, como las restricciones a las tecnologías de extracción, el foco en valor agregado sobre el cual Chile no tiene ninguna ventaja y que desvía los esfuerzos del foco principal, el cuello de botella que significa canalizar todo a través de Codelco o Enami, y varios otros que por espacio quedan para una futura columna.

Nadie tiene la bola de cristal, pero me atrevo a aventurar que, más allá de algunos anuncios aislados, la estrategia no producirá un desarrollo sostenido de la industria. Más bien, será un ejemplo mundial de cómo no hacer las cosas.

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