El Dínamo
Paguen mejor
“Paguen mejor” fue la frase de la semana pasada. Una suerte de plegaria de un gobierno indefenso y sin herramientas ante una clase empresarial que por una mezcla de avaricia e indolencia no aumenta los sueldos de sus trabajadores. La encargada de la cartera de trabajo, una de las más poderosas e influyentes del Estado, ya no es impulsora de políticas públicas sino que una simple vocera de los desposeídos.
Son rendidores los discursos maniqueos, y son especialmente efectivos para aleonar a las propias huestes, si esa era la finalidad de la ministra, pues misión cumplida. Ahora, si se trata de mejorar la calidad de vida de los trabajadores chilenos, poco contribuye plantear que elevar las remuneraciones pasa por una cosa de mera “voluntad”.
Por lo mismo llama la atención que destacados columnistas hagan referencias anecdóticas a iniciativas de empresas puntuales para justificar debates de política pública. Por ejemplo, que la diferencia entre el mayor y el menor sueldo no supere las 10 veces, puede ser positivo para ciertas empresas, pero eso no lo hace una buena política pública para todas ellas. En 2013 Suiza rechazó en un referéndum el limitar a 12 veces el sueldo mayor vs el menor, principalmente por el daño a la competitividad que esto podría generar a la economía de dicho país. En muchas ocasiones sueldos altos pueden ser necesarios para mantener la competitividad en una determinada industria. Un club deportivo para contratar futbolistas extranjeros en la alicaída liga nacional, una minera para atraer directivos con experiencia desde otros países competidores, o un medio de comunicación para atraer a carismáticos conductores de noticias en una competitiva industria como son los medios. Cuesta pensar que un límite como el propuesto no afectaría de forma importante estas y otras empresas, quitándoles productividad, lo que paradójicamente se traduciría en peores sueldos pagados.
El cuadro que pinta la ministra, de un mercado laboral cooptado por empresarios avaros que condenan a sus trabajadores a sueldos bajos, puede ser pintoresco, pero es ficticio. La realidad muestra que no son los países con empresarios más honrados y generosos los que pagan mejores sueldos, sino que los que crecen, atraen inversión, tienen certeza jurídica y toman decisiones de política pública basada en evidencia y no en prejuicios. En el cuadro verdadero, más aburrido, pero que sirve para entender la realidad, quienes debiesen estar en el foco de nuestros debates son las personas sin empleo y los trabajadores informales, que viven sin ingresos o con ingresos muy por debajo de los que paga el sector formal, además de estar más desprotegidos ante una enfermedad, accidentes de trabajo o vejez.
Una segunda prioridad debiera ser ayudar a las pequeñas y medianas empresas a crecer. Una persona con educación media completa gana un 36% más en empresas con más de 200 trabajadores si se la compara con quienes trabajan en una con menos de 10 trabajadores, y un 13% más comparado con trabajadores de empresas con entre 50 y 200 trabajadores. Las medidas de apoyo y acompañamiento de Pymes son necesarias y ayudan a emprendedores a establecerse, pero no debe perderse de vista la importancia de que puedan seguir creciendo. Para esto se deben reducir los incentivos a las empresas a mantenerse pequeñas.
En materia de empleo el Ejecutivo tiene la sartén por el mango, a través de sus políticas públicas se puede fomentar el empleo formal, reducir las rigideces que desincentivan la contratación y contribuir a combatir la emergencia laboral que se vive. Pero eso solo será posible si se deja de lado la consigna vacía, se miran los fríos datos, se fijan las prioridades y se buscan mínimos comunes para avanzar hacia ese fin. Recién allí podremos esperar avanzar hacia un país donde todas las instituciones “paguen mejor”.