Preocuparse por la política es preocuparse por crecer
El tránsito de quienes están preocupados por los problemas sociales ha sido siempre más o menos el mismo. La herramienta más eficaz para mejorar la calidad de los servicios públicos es el crecimiento económico. ‘Todo lo demás es música’, dijo en su momento el expresidente Ricardo Lagos. Pero, ¿cómo crecer? Una de las respuestas más convincentes la han entregado los recientes ganadores del premio Nobel de Economía. Estos economistas agregaron un paso adicional al silogismo ‘crecimiento igual a mejor calidad de vida’: la calidad de las instituciones. Hoy, todo el mundo está mirando cada vez con más atención el funcionamiento de la política de un país para explicar la salud de su economía.
Chile es un ejemplo de esto. Sucede que el Imacec de 0% de septiembre, la inflación de 1% en octubre y el PIB tendencial de poco más de 2% para el futuro están mucho más conectados con el estado de nuestra política de lo que nos gusta creer. La mala salud de nuestras instituciones, que se arrastra por más de una década, explica en gran parte el estancamiento económico que se vive hoy. ¿Por qué ocurre esto?
Las malas decisiones de política pública son las principales responsables y su principal exponente es la reforma electoral del año 2015. En lugar de mejorar el sistema electoral para hacerlo más representativo, se optó por un cambio de paradigma radical. Se transitó a un sistema electoral altamente proporcional, con hasta ocho representantes electos por distrito y se redujeron los requisitos para crear partidos políticos. ¿El mensaje? ¡Que vengan todos! Y vinieron. Resultado: de 11 partidos políticos en 2014 pasamos a 22 en la actualidad, con cinco o seis más en proceso. Y con la proliferación de micro partidos, todas las tiendas perdieron poder. Hoy de 155 diputados electos 43 son ‘independientes’, a pesar que solo tres de ellos compitieron sin ayuda de algún partido. Se transformó en un pésimo negocio ser militante, y los diputados lo saben.
Por eso que es tan importante el proyecto de reforma constitucional recientemente anunciado por un grupo transversal de senadores. Porque cuando los países crean instituciones extractivas, estas tienden a crear un círculo vicioso que las perpetua. Ningún parlamentario tiene incentivos a cambiar las reglas que le permitieron elegirse. Sin embargo un grupo amplio de parlamentarios, desafiando esta máxima, se ha propuesto mejorar el funcionamiento de la política chilena.
No cabe duda que enfrentará un camino pedregoso. Muchos se opondrán frontalmente, principalmente estos nuevos partidos muy pequeños, otros lo harán de forma lateral. Dirán que a este acotado, pero fundamental acuerdo político, le faltan elementos (reducción de parlamentarios, paridad, eliminación de pactos) e intentarán ponerle nuevos palitos a la torre de ‘Jenga’, hasta hacerla caer. La respuesta debe ser clara: hay que aprobar la reforma cuanto antes, tal y como fue diseñada. Empecemos a resolver nuestra crisis institucional para así volver a crecer. Esto dará inicio a un camino de mejoras institucionales que podrán tener otras estaciones en el futuro, donde todas las propuestas serán bien recibidas.