EL LLANQUIHUE DE PUERTO MONTT
¿Quedarnos atrás con la salmonicultura?
La salmonicultura nacional siempre ha tenido una relación compleja con las comunidades que habita. A pesar de su aporte económico, existe una constante crítica por el impacto ambiental que genera en las regiones del sur de Chile. Sin embargo, el debate nacional usualmente ignora dos elementos cruciales: por una parte, esta industria no es la misma que hace 10,15 o 20 años atrás y, por otra parte, «tus naciones productoras de salmón continúan con una senda expansiva, lo que genera el riesgo de quedarnos atrás en un sector en el cual -por ahora- somos los segundos mayores productores mundiales.
Esto reviste particular urgencia considerando que Noruega busca consolidarse como el líder salmonero indiscutido. El país nórdico espera triplicar su producción actual al año 2050, toque constituye un riesgo evidente a la posición de Chile. Esto queda de manifiesto al ver que las licencias salmoneras noruegas han aumentado a un 2,16% anual entre 2017y2023, en comparación al 0,19% anual de las concesiones chilenas en ese período. Si Noruega -que ocupa la posición número 20 del índice de Desempeño Ambiental de la Universidad de Yale, frente al puesto número 65 de Chile- espera triplicar su producción, no es posible afirmar con propiedad que el crecimiento de la industria es incompatible con el cuidado medioambiental.
La salmonicultura chilena, por su parte, ha cambiado bastante en la última década. Su regulación fue reformada el año 2013 para contener las consecuencias de la crisis del virus ISA, creando la figura de Asociación de Concesiones, modificando el Reglamento Sanitario y Ambiental y dándole una mayor relevancia al Servicio de Evaluación Ambiental, entre otros cambios. Además, se logró disminuir la cantidad de peces escapados por tonelada producida al año, desde 2,17 en 2013 a 0,02 en 2022 y, actualmente, 234 centros de cultivo cuentan con certificación ASC, la más exigente a nivel global en términos de impacto ambiental, lo que equivale a 46% de los centros activos en 2022.
Sin embargo, la salmonicultura nacional sí tiene desafíos pendientes. Por ejemplo, se deben continuar reduciendo eventos nocivos para el medio ambiente, como la contaminación de las costas con desechos inorgánicos o los escapes masivos. En ese sentido, encuentros como el que ocurrió entre autoridades del Gobierno con los gremios y actores relevantes de la industria en el marco de la conferencia ‘Aquaforum’ en noviembre, son el camino para moldear una estrategia conjunta como país.
Las ventajas comparativas que Chile tiene, como las aguas calmas de los fiordos australes, no son garantía de mantener nuestra posición en el contexto global. Existe el riesgo de perder competitividad, con todas las consecuencias que ello implica para el país en términos de desarrollo, por lo que debemos reconocer y corregir nuestras falencias, pero seguir profundizando los avances que hemos conseguido y modernizando nuestros estándares. Sólo así podremos avanzar por una ruta consensuada para que la salmoniculttuá crezca en armonía con los ecosistemas del extremo sur de Chile.