Se nos escapa una oportunidad

Chile se dio una posibilidad maravillosa y única: escribir una nueva Constitución que fuera la casa de todos.

Su corazón sería una base común robusta y digna de derechos sociales: educación, salud, pensiones y vivienda. Su sala de máquinas estaría integrada por un Sistema Político y un Estado que el proceso constitucional modernizaría para ponerlos al servicio de todos los ciudadanos y ciudadanas, sin importar su origen, raza, identidad o condición socio-económica. Y, finalmente, la energía que les daría vida y movimiento a ambos sería un nuevo ciclo de desarrollo sostenible, que la nueva Constitución ayudaría a activar estableciendo principios y reglas para lograr un nuevo equilibrio entre las personas, la naturaleza y la economía.

Cuando el pleno de la Convención termina su trabajo escribiendo los últimos artículos del corazón de la Constitución, el anhelo por derechos sociales, es cuando más oportuno resulta recordar que las tres partes son eslabones de una misma cadena: los derechos sociales no se harán realidad si los sistemas de la sala de máquinas no están bien diseñados, o si se debilita la energía del desarrollo sostenible.

De entre más de 450 artículos ya aprobados por el pleno, en Pivotes ofrecemos un recuento de cinco materias centrales ya zanjadas donde creemos la Convención perdió una oportunidad al optar por respuestas que debilitan estos tres eslabones, dejando en el camino una alternativa modernizadora:

  • Paula Streeter: “Era una oportunidad para activar con fuerza una lógica colaborativa Estado – Sociedad Civil – Emprendimiento para generar una base común de derechos sociales, y las innovaciones necesarias para su adecuación a las diversas realidades y proyectos de vida. Pero la Convención optó, en cambio, por consagrar en su provisión exclusividades o preferencias estatales y exclusiones o limitaciones a la sociedad civil y al emprendimiento, que debilitan la lógica colaborativa y la libertad de elección de las personas”.
  • Ignacio Briones: “Era una oportunidad para establecer las bases de una modernización de nuestro Estado Unitario, descentralizando sus capacidades y atribuciones en los municipios y regiones existentes, para acercarlo a la ciudadanía y responder mejor y más rápido a los derechos sociales. Pero la Convención optó, en cambio, por hacer sinónimo de descentralizar, el transformar la República en un conjunto de entidades territoriales autónomas, debilitando la mirada país que permite un Estado Unitario, y agregando más capas entre el Estado y las personas”.
  • Joaquín Barañao: “Era una oportunidad para integrar la multiculturalidad de nuestro país, en particular las expresiones de los pueblos originarios, en un concepto de Nación que sintamos la casa de todos y todas. Pero la Convención optó, en vez, por la plurinacionalidad. Es decir, por la transformación de nuestro país en un conjunto de pueblos-naciones semiautónomas, debilitando un pilar no sólo de nuestra historia republicana, sino que también del piso para enfrentar los desafíos futuros: nuestra condición de Nación, en singular”.
  • Francisca Jünemann: “Era una oportunidad para mejorar nuestro fragmentado sistema político y los evidentes problemas de gobernabilidad subyacentes, generando reglas que conduzcan a la generación de acuerdos, única manera de avanzar en reformas estructurales. Pero la Convención optó por no abordar este problema de fondo y, en cambio, introdujo normas que arriesgan complejizar aún más la gobernabilidad futura. Optó también por terminar con el Senado y con ello un pilar de nuestra tradición republicana, reemplazándolo por una Cámara de las Regiones con atribuciones limitadas y un Congreso de Diputadas y Diputados con amplias facultades que debilita los necesarios equilibrios de pesos y contrapesos en el mismo poder legislativo y entre éste y la Presidencia de la República, indispensable para una democracia robusta y aislada de la captura de mayorías esporádicas”.
  • Elisa Cabezón: “Era una oportunidad para equilibrar bajo un principio de desarrollo sostenible tanto la dimensión ecológica de la naturaleza y de los bienes que la componen, como su dimensión socio-económica, fundamental para el progreso de las personas de esta y de las futuras generaciones. Pero la Convención optó por poner en oposición la protección de la naturaleza y el desarrollo humano creando una categoría genérica e imprecisa de bienes (los bienes comunes naturales) cuyo uso para el progreso humano y el desarrollo económico -a través de autorizaciones administrativas no protegidas por el derecho de propiedad- queda precarizado”.

Quedan menos de cuatro meses para que el proceso constitucional, que nos pertenece a todas y todos, vuelva a su eslabón más importante, los ciudadanos. Para estar a la altura de una decisión trascendente que tomaremos el 4 de septiembre, no debemos abdicar de una mirada constitucional integral, reflexiva e informada. Aportamos con la nuestra, discutible por cierto. Construya la suya, lo que además servirá para mejorar las bases de un debate constitucional que, cualquier sea el resultado del plebiscito, continuará.

Recuperemos la oportunidad de construir un nuevo pacto social que sea la casa de todos.