Boric y el capitalismo: Hay cosas del corazón que la razón no entiende

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Una mirada distinta a la contingencia y su vínculo con los pilares y desafíos de Pivotes. Esto es El Catalejo de Galileo, una nueva columna a cargo de una pluma que traerá sus observaciones y reflexiones para añadir una perspectiva diferente a las conversaciones que tenemos en la cotidianeidad.

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Las palabras emitidas por el Presidente Boric frente a un periodista de HardTalk de la BBC en el marco de su gira por Europa resonaron con eco en nuestras latitudes. Y es que las dos partes de su declaración suscitan más dudas que certezas. Sin embargo, no es esa parte de él, aquella que “quiere derrocar el capitalismo”, la que debiese sorprender, sino que es la otra, esa misteriosa careta, ambigua e indecisa, cuyo contenido nos resulta esquivo y cambiante, y a la que el mandatario cada cierto tiempo recurre en aras a brindar una frágil creencia en todo aquello de lo que ha cuestionado desde sus inicios como líder estudiantil.

A su vez, tampoco es sorpresivo su anhelo de derrocamiento del capitalismo. Mal que mal, explícitas han sido las referencias a culminar la “obra inconclusa” del gobierno de Salvador Allende, y muchos de quienes lo acompañan en el gobierno han demostrado un apoyo a regímenes que sí han logrado “superarlo”: Venezuela y Cuba. No obstante, vemos, según sus propias palabras, que es solo una “parte de él” la que sigue cobijando dicha pretensión. ¿Qué desea, entonces, la otra parte de su ser? ¿Reniega de la idílica apertura de las alamedas y mira con un dejo de interés los beneficios que el libre mercado trae consigo? ¿O estaríamos en realidad frente a un error conceptual, y se trataría más bien del empeño moralizante, hasta ahora infructuoso, por modificar el rumbo de las cosas y obligarnos a ser mejores personas?

¿Qué significa, en último término, superar el capitalismo? ¿Acabar con el “cruel mercado”, o hacer el esfuerzo por reducir en la medida de lo posible las externalidades negativas que éste pudiere generar desde un punto de vista social? Son dos cosas distintas. Y claro, queda el vacío: ¿superarlo para cambiarlo por qué? ¿Por más socialismo? ¿Cuál es la alternativa propuesta? Porque pretender que el sistema capitalista es una contraposición al Estado de bienestar, como bien lo señaló la vocera de Gobierno, es no dimensionar hasta qué punto las sociedades de bienestar necesariamente descansan en el capitalismo, y requieren de él para proveer bienestar social.

Más allá de las diatribas conceptuales en las que se pueda ahondar a partir de los dichos del Presidente, cabe destacar el elemento que subyace a ellos, y que sí merece especial preocupación, pues el sentido de las palabras puede prestarse a tergiversaciones cuyo esclarecimiento es posible remendar posteriormente. Lo complejo es el símbolo que entrañan las declaraciones, y la persistente inconsistencia de que son objeto unas con otras. Pretender concitar la confianza y brindar certeza a inversionistas extranjeros al tiempo que se anhela desarticular la red sobre la que descansa esa confianza, es reconocer, sin ser consciente de ello, el desconocimiento de las bases sobre las que se articulan los conceptos esgrimidos, pues el crecimiento, la inversión y la competencia reposan en un sistema de libre mercado, así como la democracia se yergue y descansa en la libertad de expresión.

“Hay una parte de nosotros mismos que permanece eternamente inocente, y otra que parece no dejar de cometer errores”, sentenció Aldous Huxley, el célebre pensador británico. Y el comentario presidencial no deja de tener un dejo de ello. Sin embargo, el problema de fondo en este caso no es dejar de cometer errores, sino más bien depositar la inocencia en un eterno error, como lo es pretender que un manzano dé peras, o que se pueda crecer y vivir en una sociedad libre sin libertad.

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